Cómo el uso excesivo de pantallas está relacionado con problemas de conducta en niños, según investigación

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Un estudio reciente de carácter científico ha proporcionado nuevos conocimientos sobre la intrincada conexión entre el tiempo que los niños dedican a dispositivos electrónicos y la manifestación de comportamientos disruptivos en la infancia temprana. Según los resultados, el incremento en el uso de pantallas no solo fomenta el desarrollo de conductas problemáticas, sino que dichas actitudes pueden, asimismo, inducir a los niños a aumentar su utilización de dispositivos como tabletas, teléfonos móviles o televisores. Este ciclo genera una espiral negativa con repercusiones significativas para los padres, educadores y especialistas en salud infantil.

La indagación, llevada a cabo con una muestra de más de 12.000 niños de 9 a 11 años, revisó información recolectada durante un plazo de dos años. La meta era obtener una comprensión más profunda de la interacción entre el comportamiento de los menores y su exposición diaria a dispositivos. Según los especialistas responsables del estudio, esta conexión no es solo en una dirección, como se pensaba anteriormente, sino que es bidireccional: el uso excesivo de dispositivos puede contribuir al desarrollo de problemas de conducta, y estos, a su vez, pueden incentivar un aumento en el consumo de medios digitales.

Comportamientos alterados y costumbres digitales

Entre los comportamientos identificados como más frecuentes en los niños que pasan más tiempo frente a pantallas se encuentran la agresividad, la impulsividad, los conflictos con otros menores, la dificultad para seguir instrucciones, y la baja tolerancia a la frustración. A estos se suman síntomas asociados con trastornos del estado de ánimo, como irritabilidad, aislamiento y episodios de ansiedad.

Uno de los aspectos más destacados del estudio es que estas conductas pueden llevar a que los padres, ante la dificultad para gestionar el comportamiento de sus hijos, recurran con mayor frecuencia a las pantallas como una forma de calmar o entretener a los menores. Esto refuerza la dinámica de exposición prolongada y agrava los efectos negativos a largo plazo.

El valor del entorno familiar y educativo

Los estudiosos resaltan que, aunque el tiempo pasado frente a las pantallas constituye un riesgo, no lo hace de manera aislada. El ambiente en el que se desarrollan los niños, la calidad del lazo familiar, el grado de supervisión de los adultos y la existencia o no de hábitos saludables son factores que impactan notablemente en el comportamiento de los niños.

Igualmente, destaca la importancia de enfocarse no solo en la duración del uso de dispositivos, sino también en el tipo de materiales que se visualizan. Programas con un alto nivel de violencia, el uso descontrolado de redes sociales y videojuegos no aptos para ciertas edades pueden tener un efecto más negativo que los contenidos educativos o actividades monitorizadas.

Sugerencias para padres y tutores

A la luz de estos hallazgos, los especialistas recomiendan establecer límites claros al uso de dispositivos electrónicos, fomentar actividades al aire libre, promover la lectura y el juego físico, y priorizar la interacción cara a cara en el entorno familiar. También se sugiere mantener zonas libres de pantallas, como el comedor o el dormitorio, y reforzar las rutinas del sueño, que suelen verse alteradas por el uso nocturno de dispositivos.

Para los hogares que encuentran retos al manejar el comportamiento de sus hijos, se recomienda buscar ayuda profesional en vez de recurrir a la tecnología como una solución rápida. La intervención oportuna y el apoyo psicológico pueden tener un impacto importante en el desarrollo emocional de los niños.

Un llamado de atención para la sociedad actual

El estudio no solo es una advertencia sobre los riesgos del uso excesivo de pantallas en la infancia, sino también un llamado a reflexionar sobre cómo las dinámicas familiares y sociales están siendo modeladas por la tecnología. A medida que los dispositivos digitales se integran cada vez más en la vida cotidiana, se vuelve indispensable establecer estrategias conscientes para su uso, especialmente cuando se trata del bienestar de niños y adolescentes.