Libro. A los economistas les gusta discutir sobre los orígenes del capitalismo, ese período histórico que, entre mediados del siglo XVIImi y mediados del XIXmi siglo, vio surgir en círculos concéntricos desde Ámsterdam y Londres un nuevo sistema económico, pero también cultural e institucional, destinado a dominar el planeta. A algunos les gusta explicar esto «gran diferencia» (Kenneth Pomeranz) con el resto del mundo, encalmado en bajo crecimiento antes de ser colonizado, por la ecuación de «factores de producción», mezclando en proporciones aritméticas la inversión financiera de los comerciantes, el trabajo de los campesinos y artesanos y las innovaciones técnicas de los científicos. Otros dicen «institucionalistas» (John R. Commons), enfatizan el papel determinante de las instituciones políticas, la fragmentación política de Europa entre estados rivales ofreciendo aquí una ventaja más que una desventaja frente al despotismo centralizado de los imperios. Todavía otros que insisten en la «dulce poder» de una revolución cultural y antropológica (Max Weber, Deirdre McCloskey), que sacude las cadenas de las religiones y la jerarquía feudal para promover la innovación técnica e intelectual, la libertad individual y la búsqueda del conocimiento.

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Pero todos coinciden en la importancia del derecho, legado del derecho romano retomado por los humanistas, para regular por el derecho y las autoridades judiciales la relación entre el poder público y los agentes privados, pero también entre los agentes privados, fijando compromisos, responsabilidades y garantías. Es precisamente el contrato el que permite introducir la dimensión del tiempo en la economía y así sacar a relucir la esencia del capitalismo: invertir, innovar y emprender hoy para que mañana pague más.

«El lado oscuro de la fuerza»

En la literatura occidental y liberal, este papel de lo legal se considera positivo. Porque es la ley, el juez y el abogado quienes permiten a los individuos defenderse y perseverar contra la arbitrariedad de los más poderosos que ellos por riqueza o autoridad. En esto, el surgimiento del capitalismo se asocia fácilmente con la extensión de las nociones de universalidad e igualdad de derechos. Las asambleas políticas del siglo XIXmi siglo están poblados por abogados, juristas y economistas con convicciones liberales contra la religión y el caciquismo.

La originalidad del libro del profesor de derecho de la Universidad de Columbia (Nueva York) es contar la misma historia, pero centrándose en describir la otra cara de la moneda, «El lado oscuro de la fuerza» ley, para explicar la génesis de lo que los economistas llaman modestamente el «externalidades negativas» del capitalismo: explosión de desigualdades, crisis y guerras reiteradas, acaparamiento y destrucción de los recursos naturales, amenaza existencial al equilibrio de la vida y del planeta.

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