METROPonte un billete de 50 euros en la boca y verás la diferencia entre valor y sabor. Hoy el sabor ya no es popular. Preferimos el valor, más cercano a las realidades de la vida cotidiana. Vampiriza todo lo que encuentra a su paso. La crisis sanitaria nos ha demostrado hasta qué punto el concepto del valor de una vida forma parte del lenguaje corriente en la economía de la salud. La crisis climática nos ha enseñado que el calendario de las reformas a llevar a cabo está dispuesto en función del valor estimado de nuestro planeta. La “crisis de las pensiones” nos recuerda que el valor de un cómodo final de vida depende de las condiciones económicas futuras.

Por lo tanto, el valor es variable, pero su modo de operación es siempre el mismo: clasifica, ordena y rebana. Seco pero efectivo. Envuelto en un formalismo seductor, se convierte en una herramienta formidable al servicio del tomador de decisiones, para bien o para mal. Por ejemplo cuando nos preguntamos sobre el valor de dar la vida. ¿Qué tal un valor de muerte, ya que estamos en eso? Estamos allí, de hecho.

Durante la crisis sanitaria, la reflexión sobre el grado de confinamiento a adoptar se planteó en estos términos por parte de la investigación académica: si confinas demasiado, bajas demasiado el PIB; pero si confinas muy poco, matas a demasiadas personas.

Calcular el lucro cesante de una muerte

El marco formal utilizado por los artículos de referencia permite entonces trazar un límite eficiente (costoso de financiar), arbitrando las mejores asignaciones posibles entre unidades de vidas salvadas y unidades de PIB salvadas (“Análisis coste-beneficio de las estrategias de desconfinamiento según la edad”, Christian Gollier, Escuela de Economía de Toulouse, 2020; “Un modelo SIR multirriesgo con una contención óptimamente dirigida”, Daron Acemoglu, Victor Chernozhukov, Ivan Werning y Michael Whinston, Borrador Nº 27102, NÚMERO, 2020). El angelismo está fuertemente desaconsejado en este sentido. Sin embargo, tenemos derecho a estremecernos un poco.

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Es cierto que un muerto siendo relevado de sus funciones, se le invita cordialmente a no ejercer más. Ya no tiene ningún valor en este mundo ya que sus potencialidades le son confiscadas por el ángel de la muerte que tiene otros planes para él. Luego calculamos la pérdida de ganancias de una persona muerta que se ha vuelto inadecuada para la producción. Tenga en cuenta que un jubilado tiene las mismas características, uno casi podría estar equivocado…

Este valor de la vida calculado como la suma de las potencialidades futuras es también el enfoque utilizado por quienes debaten la angustia de la muerte. ¿Vale la pena vivir la vida? La muerte se juzga buena o mala dependiendo de la privación o no de un futuro deseable.

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