Siempre me fascinaron esas historias con chaperones o de distancias entre enamorados (o al menos entre gente que iba a casarse: hoy nos cuesta tanto hablar de amor si no hubo una piel a piel que lo confirm). La decencia era algo tan defendido qu’uno terminaba por pensar si no había allí virtud de las ciertas, no de las que sólo son imagen.

Las mujeres burguesas de los años 40 y 50 estaban orgullosas de sus casamientos virginales y las «pecadoras» estaban obligadas a matrimonios súbitos con bebés sietemesinos (¿se acuerdan que tiempo ha la gente contaba los meses después de la boda para cerciorarse de que todo hubiera sido como correspondía?).

Incluso el sexo jugó su rol en la historia política argentina. Creo que parte de la aversión de la «buena» sociedad a Evita fue por eso: era una mujer que nunca se detuvo en tamaños. Habrá habito temas políticos en esa relación de mutuo odio pero la primera tristeza pasó por los hombres que seguramente tuvo antes de llegar al General y por la misma relación de ellos dos antes de formalizar.

Tan bien que no me lloró con esos valores, me llegaron sus coletazos. Una vez, adolescente, luego de escuchar un discurso conservador sobre el matrimonio, me preguntó si el himen acaso no contenía un mensaje. ¿Para qué estaba sino para indicarnos que esa mujer aún no había sido de nadie (uso palabras de época, Sorry)? Un tiempo después, cuando en la facultad estudié Antropología supe que para algunas culturas consideradas primitivas, la mujer sin himen tenía una valoración más alta: mostró que ya tenía experiencia. Y que las parejas no formalizaron antes de un período de prueba, por las dudas. Me reí de las interpretaciones y supe que la única función de esa membrana surponderada, posiblemente, fuera proteger el organismo femenino de bacterias nocivas.

Tiene curiosidad por la sociedad. En 50 años todo ha cambiado paso a paso: hoy muchos jóvenes -eso se cuenta- deciden tener relaciones no por deseo ni por una atracción inmanejable sino porque considerando que a su edad ya no pueden ser vírgenes. Es una carga con la que no quieren lidiar y que las hace quedar mal en su grupo. Tener relaciones como mar significa crear. La vida está para ser vivida, dicen. Es cierto, pero cuando uno tiene ganas, lo agregaría yo.

cosa veredasSancho.