Un bosque bajo protección policial. En este día de marzo, hombres uniformados, apoyados en el capó de su vehículo de servicio, se apostaron frente a una de las entradas al South River Forest, en las afueras de Atlanta, en el sureste de Estados Unidos. Frente a ellos, el cadáver calcinado de una máquina de construcción es el último símbolo de una lucha que se ha librado durante casi dos años entre las autoridades de la ciudad y una variopinta coalición de opositores.

En cuestión: la construcción en treinta y cuatro hectáreas de un gigantesco centro de formación para policías y bomberos en parte del bosque urbano más grande de la capital de Georgia. “Es un poco como la lucha de David contra Goliat”, resume Amy Taylor, gafas de sol rojas en la cabeza y botas con tachuelas en los pies. La mujer de 50 años vive a unos pasos de distancia y parece cansada de ver a muchos policías turnándose cerca de su casa todos los días. «A veces siento que estoy entrando en mi propia propiedad», ella suspira

Un activista asesinado por la policía

Estos bosques, árboles jóvenes y en desventaja durante mucho tiempo, son propiedad del Ayuntamiento de Atlanta. Entre la vegetación baja se alzan olmos, arces y tulipanes. Donde todavía se puede acceder al bosque, se han levantado tiendas de campaña y se han tendido lonas entre dos troncos.

Del 4 al 11 de marzo, los opositores al proyecto pidieron una «semana de acciones» para volver a poner de relieve su compromiso. El hecho comenzó con la quema de maquinaria de construcción y la detención de treinta y cinco personas cerca del bosque donde se realizaba un festival de música. Se les acusa de haber lanzado «piedras, ladrillos, cócteles molotov y fuegos artificiales». Qué más tierna la atmósfera, ya pesada desde la muerte de un activista, el 18 de enero.

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Las autoridades decidieron entonces desalojar a los habitantes del bosque. La operación se volvió trágica. Un activista de 26 años, Manuel Terán, conocido como «Tortuguita», fue asesinado por las fuerzas de seguridad y un oficial herido en circunstancias que aún no se han esclarecido. La policía dice que el ambientalista disparó primero, una versión cuestionada por sus camaradas, mientras que los oficiales no portaban una cámara corporal. Según una autopsia independiente, realizada a petición de la familia, Manuel Terán recibió al menos trece disparos y tenía las manos en alto cuando murió. Ante la poca información oficial con la que cuentan, sus familiares han anunciado su intención de presentar una denuncia contra la ciudad de Atlanta.

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