Hace ocho años, Emmanuel Yaba decidió regresar a Bella, su pueblo natal en la región Sur, «a vivir sus últimos días en la tierra de [ses] ancestros «. Después de más de treinta años en Yaoundé, el ex conductor, ahora jubilado, se instaló en la parcela de bosque que pertenecía a su difunto padre. Acompañado de su esposa, vive allí en la casa que construyó gracias a los ahorros que hizo al recorrer los caminos de Camerún.

Cuando dejó a Bella, Emmanuel Yaba solo tenía 18 años. A su retiro, redescubrió una vida tranquila desde entonces, marcada por el cultivo del cacao, la yuca, el plátano, el ñame y las discusiones con los vecinos. Pero desde hace unos meses, el ex conductor ha perdido el sueño. A pocos metros de su concesión, aparecieron rastros de pintura roja en los árboles.

Estas marcas delimitan las parcelas en explotación en Camerún, el segundo país forestal más grande de la cuenca del Congo. A Emmanuel Yaba se le presentó un hecho consumado, dice: sus tierras consuetudinarias están hoy en el espacio de la Unidad de Manejo Forestal (UFA) 00-003, una vasta concesión otorgada por el gobierno a una empresa de tala industrial.

Los padres de Emmanuel Yaba nunca le habían hablado de esta situación. Sus vecinos tampoco. Menos aún Propalm Bois, la empresa que opera la concesión. En Bella, los árboles marcados en rojo se extienden hasta donde alcanza la vista a ambos lados de la carretera principal en tierra ocre por la que descansan Lokoundjé y Bipindi, las dos comunas del departamento del Océano cubiertas por la UFA 00-003. mismo camino lleva a las casas. Un camino pavimentado con preocupaciones.

“Tenemos miedo porque es el Estado”

Cuando salió de su casa, Norbert Nzée, el líder de la comunidad Bagyeli de Bella (los Bagyeli son las poblaciones indígenas de los bosques), estaba rodeado por los caminos que sirven a estas parcelas. » Están en todas partes, en todas partes, en todas partes en el monte”, traduce este hombre de 58 años. Incluso en las zonas donde este padre de cinco hijos, que también es curandero tradicional, se abastece de hojas, cortezas y frutos, y donde tiene cultivos alimentarios.

En los pueblos vecinos, todos se alojan en el mismo barco, tanto indígenas como bantúes. Las plantaciones de palma aceitera están salpicadas de líneas rojas. Residentes entrevistados por El mundo Y InfoCongo asegurarse de que nunca han sido asociados con las delimitaciones o informados de los contornos de la unidad forestal. “Tenemos miedo porque es el Estado. Pero esta gente debe tener piedad de nosotros que guardamos el bosque”suplica Jacqueline Nguissi, viuda y madre de ocho hijos, cuyas cuatro hectáreas de campos están en la concesión forestal.

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