Eso lo sabíamos desde hacía algún tiempo. Pero la victoria del Paris Saint-Germain en Marsella (3-0), el domingo 26 de febrero al final del 25mi La jornada de la Ligue 1, confirma definitivamente el axioma: hay un PSG sin Kylian Mbappé y un PSG con él.

Privado de su atacante, el París, fantasmal, se había hundido el 8 de febrero en la Copa de Francia (2-1), engullido por el compromiso del Marsella en el caldero del Stade-Vélodrome. Para esta segunda ronda del campeonato, las condiciones del experimento fueron más o menos las mismas. Un frío un poco más glacial con algunos copos de nieve en el cielo provenzal pero un ambiente igualmente cálido en las gradas, donde estuvieron presentes 65.800 espectadores, récord de asistencia batido.

La ambición del OM parecía intacta, reforzada por la posibilidad de volver a estar a dos puntos del líder parisino en la clasificación y finalmente desafiarlo por el título. Pero esta vez, Mbappé, el “niño Bondy”, se hizo presente sobre el césped. Y tardó menos de media hora en poner de rodillas a la defensa del Marsella. Antes de crucificarla en el inicio del segundo tiempo para acabar el partido con un balance de dos goles, una asistencia y siete remates, incluidos cuatro a puerta. Una actuación que demuestra una vez más lo impermeable que es el delantero francés a la presión del público así como a la de lo que está en juego.

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“Un jugador de otro planeta”

“Es un jugador de otro planeta”, está de acuerdo Igor Tudor, entrenador de OM. Para el croata, la diferencia entre el Paris Saint-Germain superado en la Copa de Francia y el que acaba de castigar a su equipo está en tres elementos: “Su actitud, su motivación, su número 7”. El que lleva un tal Kylian Mbappé.

“Seguramente es uno de los mejores jugadores del mundo. Él va rápido. Todo lo que hace, lo hace con gran intensidad. Está presente en los grandes encuentros”, señala, por su parte, Christophe Galtier, el técnico del PSG. Quien, diplomático, no se olvida de saludar “actuación colectiva” del resto de su equipo. Por su parte, el presidente parisino, Nasser Al-Khelaïfi, en el origen del contrato milagroso que ha supuesto que su atacante aún no haya salido de la capital, saborea: «Estoy muy orgulloso de él y orgulloso de que esté en el PSG».

A pocas horas del partido, mientras la más fervorosa marsellesa preparaba el tifo de South Bend −el espectáculo que marca la entrada de los jugadores− Agathe, veinteañera, estudiante y miembro de los South Winners, resumía a la perfección la general sentimiento ante la propuesta del delantero parisino: No me gusta, pero no puedo evitar tenerle miedo. Un temor reforzado por la ausencia de dos de los defensas más laureados del Olympique de Marsella desde el inicio de la temporada, Chancel Mbemba, sancionado, y Samuel Gigot, lesionado. Un miedo similar al que paralizó a los jugadores del Bayern de Múnich, dos semanas antes, cuando Kylian Mbappé entró en juego en la ida de los octavos de final de la Champions League en el Parque de los Príncipes. Faltaron, dos pero se negaron, para decantar el encuentro (0-1).

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