«Anverso. Noticias de los indeseables”, de JMG Le Clézio, Gallimard, 224 p., 19,50 €, digital 14 €.
Hay que ser muy ingenuo para pretender referir el arte de JMG Le Clézio a una forma de ingenuidad. Es ignorar que lo imposible es el horizonte del gesto artístico. Ese horizonte que nadie alcanzará jamás encontró al escritor moviéndose en el lenguaje a través de un “bosque de paradojas” que se trata de aprender a conocer el más mínimo camino, dijo Le Clézio en su discurso de aceptación del Nobel en 2008: el escritor es el garante de nada más que la vida en el lenguaje, este «el invento más extraordinario de la humanidad, el que antecede a todo». Le guste o no, insistía, el escritor no puede actuar directamente en el mundo desde la habitación aislada donde da forma a las frases, a menos que se tome a sí mismo por el « guardabosques en la habitación Knock o el triunfo de la medicinaque debe prevenir un terremoto”.
Es porque, en su extraña retirada, los escritores están destinados a testimoniar; ellos «no uses las palabras» como lo hacen las personas de conocimiento o de poder, “sino que por el contrario están al servicio del lenguaje”ellos «afilarlo»porque «la lengua está viva a través de ellos y acompaña las transformaciones sociales o económicas de su tiempo».
Es tanto más tentador cuestionar aquí la noción de valor que invita desde su título, Anverso, esta nueva colección de cuentos, muchos de los cuales rozan la parábola, espléndidos en su desnudez y libertad. En numismática, el anverso es el anverso de una moneda, donde la cifra de potencia emite el valor que muestra el anverso. Añadamos que en francés antiguo la palabra «avers», que proviene del latín adversariosignificaba «enemigo, hostil».
La noción misma de valor individual
Ya sea que vivan en un desierto de Oriente Medio devastado por las armas, en los pasillos del metro de París, en la selva del Darién en Panamá (donde el propio Le Clézio, en su juventud, pasó tres años determinantes entre los indios Embera y Waunanas) o en Isla Rodrigues, que fue la de Buscador de oro (Gallimard, 1985), en efecto se podría decir «indeseable» no Anverso nosotros damos » las noticias «, según su subtítulo, que su falta de valor económico condiciona su supervivencia frente a la adversidad permanente y absurda. Sea moral o comercial, la noción misma de valor individual sólo tiene sentido en relación con la humanidad en la que se basa, y cualquiera que sea su valor nominal, los indeseables también llevan el sello de lo humano, que debe responder a él.
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