La beatificación de Eduardo Pironio, el Cardenal de la Esperanza, avanza: el Vaticano sucedió el posible milagro que se le atribuye. El Papa Francisco promovió la causa de quien fuera gran figura de la Iglesia católica latinoamericana y obispo de Mar del Plata de 1972 a 1975. Acá se produjo el milagro. Y acá pintaron con letras rojas las paredes de la Catedral con la leyenda «Pironio Montonero».

Con la noticia del milagro recuerdo a mi tío Miguel Mascialino. Su historia se cruza de modo real y simbólico con la del Cardenal. Es que Miguel predicaba la esperanza como compromiso moral, social y político para vengar la pobreza y el desaliento.

De Miguel se cuentan muchas cosas. La verdad y la fábula se activan según el narrador. Del hablaron Martín Caparrós y Eduardo Anguita en La voluntad, Lucas Lanusse en Cristo Revolucionario, Esteban Campos en Una teología para el Tercer Mundo, entre otros.

Miguel nació en 1928, se formó en el Seminario de Villa Devoto, perfeccionó sus habilidades en Roma y en la Universidad de Lovaina. En 1951 seguramente sacerdotal jesuita. Fue profesor en el Seminario cuando su amigo Eduardo Pironio era el Rector, y ahí tuvo como alumno a Jorge Bergoglio.

Los años sesenta del siglo pasado fueron convulsionados por la Teología de la Liberación y el Concilio Vaticano II. Miguel se sumó al Movimiento Sacerdotes para el Tercer Mundo. Hasta que conocí a mi tía Lucía, hermana menor de papá y activa militante peronista, y enamoraron.

Se casaron en 1966 y papá fue uno de los testigos. Cuando nos vimos con el tío Miguel charlábamos de política, religión y literatura. Me dijiste que Pironio había lamentado su decisión de abandonar la Iglesia, pero que lo había bendecido. Fue un guiño de amistad y humanidad.

Se dice que Miguel y otros religiosos del Seminario ayudan a fundar las Fuerzas Armadas Peronistas. En esos años Miguel y Lucía, junto al padre Geltman, crearon el Centro de Estudios Teilhard de Chardin. Daban cursillos de teología y política y más de una vez anclaron en la casa del padre Carlos Mujica. En los cursillos estuvieron Fernando Abal Medina y Mario Firmenich, junto a nuestros futuros integrales de Montoneros.

En 1967 Miguel pasó a formar parte de la redacción de la revista Cristianismo y Revolución. Luego formó parte de los Comandos Peronistas de Liberación hasta que se integró al gremio de los telefónicos y al Peronismo de Base.

En 1974, cuando mataron al Padre Mujica, el tío Miguel le dijo a papá que llegaban tiempos nefastos. Fue más que una premonición. En el verano de 1979 entraron varios hombres armados a casa buscando a papá; pero dos días antes se había refugiado con los tíos Miguel y Lucía.

Esa misma noche Miguel lo acompañó a la estación de micrófonos de larga distancia y papá se fue de la Argentina. Cuando volvió, en 1984, el tío Miguel lo recibió en la misma estación donde lo había despedido.

Miguel se volvió traductor, y con Ivonne Bordelois dictó Seminarios y colaboró ​​​​​​en la escritura del exquisito libro Etimología de las pasiones. Fue su último acto. Hace varios años que Miguel y Lucía se irán.

Jamás conté estos recuerdos.

Tal vez los inspire el milagro de Pironio, que abandonó el país debido a las amenazas contra su vida, porque su historia y la del tío Miguel simbolizan los dramáticos encuentros y desencuentros de los argentinos. Y también porque ahora, que ronda el desencanto colectivo y el hartazgo con la política, creo que la esperanza es la energía que hace falta para lograr los cambios urgentes que necesitamos en nuestro país.

Carlos Balmaceda es escritor.