Las «leyes feas»: impacto y legado de la exclusión en EE.UU.

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Al concluir el siglo XIX, ciertas ciudades y un estado de Estados Unidos implementaron una serie de normativas legales que ahora se conocen como las «leyes feas» («Ugly laws»). Estas normativas sancionaban con multas a individuos cuyas características físicas se consideraban fuera de los estándares de belleza de esa época, y fueron parte de un intento sistemático por ocultar la «fealdad» de los espacios públicos. En aquel entonces, no solo se penalizaba la falta de atractivo físico, sino que también se utilizaba como un método legal para excluir de las calles y plazas a personas pobres, con discapacidades y a quienes eran considerados «indeseables».

La primera de estas normativas fue promulgada en San Francisco en 1867, y rápidamente se extendió a otras ciudades como Chicago, Portland, Nueva Orleans y Reno. La ordenanza de San Francisco, por ejemplo, establecía que «las personas enfermas, mutiladas o deformadas hasta el punto de convertirse en objetos desagradables o repugnantes» no podían estar en lugares públicos. Este tipo de regulaciones estuvo vigente durante varias décadas, reflejando una época de fuerte segregación y exclusión social.

Metas y razones detrás de las «leyes feas»

Las «leyes feas» no solo fueron un intento por regular la estética en la vida pública, sino que también sirvieron como herramienta para gestionar a los sectores más vulnerables de la sociedad, particularmente a las personas sin hogar o discapacitadas. Estas leyes fueron a menudo justificadas bajo el pretexto de la protección de la salud pública y el bienestar social. En algunos casos, se argumentó que la presencia de personas con discapacidades en la vía pública podía ser perjudicial para la salud de otros, especialmente para mujeres embarazadas, quienes podrían verse afectadas emocionalmente por la «fealdad» de los individuos.

Además, la discriminación hacia las personas con discapacidades estaba influenciada por la ideología de la época, que veía a las personas con ciertos trastornos como una amenaza para la «pureza» de la sociedad. Esta perspectiva también fue respaldada por teorías como la «influencia materna», que sostenía que los embarazos podían ser comprometidos si las mujeres se exponían a la «fealdad» o enfermedades de otros.

La marginación de los más indefensos: un método de dominio social

Aunque las «leyes antiestéticas» parecían centrarse en el aspecto físico de las personas, en verdad su repercusión fue mucho más amplia. Estas normativas estaban principalmente orientadas hacia los sectores menos favorecidos, quienes en su mayoría también incluían a personas con discapacidades, trastornos mentales o físicos, o a quienes no tenían acceso a un empleo remunerado y dependían de pedir limosna para sobrevivir.

La implementación de estas normas fomentó el establecimiento de una comunidad que marginaba deliberadamente a individuos con discapacidades y a quienes no se ajustaban a los cánones de belleza, llevándolos a centros de caridad o refugios, donde a menudo eran mantenidos fuera del ojo del público. En realidad, en muchas situaciones, el castigo consistía en el encarcelamiento o el destierro obligatorio a instituciones dedicadas al cuidado de «indeseables».

Este enfoque discriminatorio fue respaldado por organizaciones de caridad que, en lugar de abogar por la integración de estas personas, apoyaban su segregación en instituciones, bajo la creencia de que estaban protegiendo el bienestar general de la sociedad.

La continuidad de la discriminación mediante diversas leyes

El efecto de las «leyes incómodas» se extendió mucho más allá de las reglas locales. Estas regulaciones sirvieron de base para la creación de otras disposiciones discriminatorias que pretendían ejercer control sobre los grupos más vulnerables de la sociedad. Entre estas normativas, estaba la legislación eugenésica, la cual promovía la esterilización de personas con discapacidades y trastornos mentales, con el objetivo de «eliminar» a esos colectivos.

En muchos casos, las “leyes feas” estuvieron estrechamente vinculadas con las leyes de segregación racial del sur de Estados Unidos. A medida que los movimientos de derechos civiles ganaban fuerza en el país, estas normativas se fueron integrando en un sistema más amplio de control social que marginaba y excluía a ciertos grupos considerados «indeseables», como los negros, los pobres y las personas con discapacidad.

La desaparición de las «leyes antiestéticas» y sus consecuencias

Aunque la aplicación de las «leyes feas» comenzó a disminuir a principios del siglo XX, no fue sino hasta la década de 1970 que, bajo la presión de los movimientos por los derechos de las personas con discapacidad, las ciudades comenzaron a derogarlas. A pesar de su anulación legal, los efectos de estas leyes perduraron en la cultura y la política estadounidense. En 1970, un incidente en la ciudad de Omaha, Nebraska, en el que un policía intentó arrestar a una persona sin hogar bajo la ordenanza de “fealdad”, llevó a una mayor movilización en contra de estas leyes. Un juez local desestimó el caso, lo que inspiró a activistas a organizarse y exigir la eliminación definitiva de estas regulaciones.

En 1990, la Ley de Estadounidenses con Discapacidades (ADA) fue aprobada, representando un avance significativo en la búsqueda de inclusión para personas con discapacidad, garantizando que normativas discriminatorias como las «leyes feas» fueran finalmente eliminadas de facto.

Sin embargo, la cultura de exclusión y la discriminación hacia las personas con discapacidad no desaparecieron de inmediato. Aunque la legislación cambió, la estigmatización de estos grupos sigue siendo un desafío en la sociedad estadounidense. Este legado histórico ha dejado huellas profundas en la forma en que se trata a las personas discapacitadas, quienes a menudo siguen siendo vistas de manera marginalizada o infantilizada en diversas instituciones y espacios públicos.

Las «leyes feas», aunque derogadas oficialmente, siguen siendo un recordatorio sombrío de cómo las sociedades han utilizado la estética como herramienta para excluir y controlar a los más vulnerables, revelando las profundas injusticias que han marcado la historia de los derechos civiles en Estados Unidos.