INo se ha superado el hito, pero el orden de magnitud sigue siendo vertiginoso. La deuda pública francesa se acerca a los 3.000 millones de euros desde hace varios meses. De tres a cuatro veces más que en 2000. El color político de los sucesivos gobiernos no cambia la situación: el progreso ha sido continuo, jalonado por crisis, informes alarmistas, advertencias de los mercados financieros y planes de austeridad escalonados que nunca llegaron a aplicarse. Cada publicación trimestral del INSEE da lugar a su parte de declaraciones resignadas, denunciando atropelladamente la supuesta adicción del país al gasto público o la cobardía de una clase política siempre retrocediendo ante la impopularidad de la tarea.

Sin embargo, la situación en Francia no es en modo alguno singular. Al compararse demasiado con Alemania, que es más bien una excepción en los países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), a veces tiende a culparse excesivamente. En realidad, en la mayoría de los países, la deuda pública ha estado creciendo constantemente desde la década de 1970, a medida que el crecimiento se desaceleró y los mercados financieros se liberalizaron, ofreciendo a los gobiernos mayores posibilidades de financiamiento.

En valor absoluto, la deuda americana se ha multiplicado por seis en veinte años, la del Reino Unido también. La de Japón, sin duda un ejemplo políticamente conveniente, supera el 200% del PIB desde hace varios años. Según el FMI, en las economías desarrolladas, la deuda pública generó, en 2021, alrededor del 120% del PIB en promedio, es decir, más de un año de ingresos. Una ratio dos veces superior a la de los países emergentes. Porque, paradójicamente, los países más ricos son también los más endeudados. Y lo son en gran medida por razones exógenas, más allá de sus culturas políticas específicas.

Desplegar continuamente más dinero

Los primeros responsables, las crisis económicas de los últimos veinte años, que han obligado a los Estados a intervenir masivamente para apoyar a empresas y hogares, mediante el despliegue constante de más dinero. La crisis financiera de 2008 y luego la del Covid-19 duplicaron el peso de la deuda pública en el PIB a nivel global, entre 2007 y 2020, según el FMI. Las crisis han reemplazado a las guerras, que históricamente justificaron el endeudamiento masivo. En 1945, Francia y el Reino Unido tenían ratios de endeudamiento mucho más elevados, por encima del 250 % del PIB, que los que se observan en la actualidad. Europa se ha liberado del peso de estos pasivos cancelándolos, evitando que la inflación los carcoma e imponiendo gravámenes excepcionales.

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