La inconstancia del estado sobre la energía nuclear podría ser un porcentaje. Reducir al 50 % la participación del átomo en la producción de electricidad en Francia (en comparación con el 69 % en 2021 y el 75 % hace una década): tal fue uno de los sesenta compromisos electorales del candidato François Hollande para las elecciones presidenciales de 2012. Compromiso asumido en las primarias socialistas de octubre de 2011, luego sellado, un mes después, en un acuerdo con ambientalistas, para las elecciones legislativas. Una promesa grabada, pues, en el mármol de la ley, primero «para 2025»durante el mandato de cinco años del Sr. Hollande, en 2015. Luego, finalmente, «para 2035»durante el primer mandato de Emmanuel Macron, desde 2019.

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Más bien vago, por definición. “Como en otras leyes, esta medida tiene sobre todo un valor declarativo. El horizonte, cuando nos acercamos a él, se aleja”, bromea un amigo cercano del ex gobierno socialista. Después “pericia pragmática », este porcentaje, «Ejercido como un tótem político», demuestra «inalcanzable» a partir de 2025, reconoció el actual Jefe de Estado, en noviembre de 2018, durante un discurso sobre la transición ecológica.

Inicialmente retrasado una década, el “tótem” se ve, aún hoy, maltratado, hasta el punto de correr el riesgo de ser borrado. Una señal del regreso en gracia del átomo, ya lo interpretan sus detractores. Sin embargo, sin que esto haga que el objetivo de reducir el lugar de la energía nuclear en la combinación de electricidad esté fuera de alcance; todo esto también dependerá de la capacidad del estado para compensar su retraso en energía eólica y solar.

Del techo al suelo

La pregunta vuelve estos días antes de lo esperado, en el transcurso del proyecto de ley sobre la simplificación de los trámites administrativos para la construcción de nuevos reactores nucleares, que será objeto de votación solemne en el Senado, el martes 24 de enero. Modificado por una enmienda de la derecha senatorial, el texto ahora prevé cambiar el código de energía. Terminado el plan para limitar el lugar del átomo para 2035, ahora sería cuestión de «mantener la participación de la energía nuclear en la producción de electricidad en más del 50% para 2050». Una manera de transformar el techo… en un suelo.

Según la ministra de Transición Energética, Agnès Pannier-Runacher, cualquier decisión de este tipo sería prematura. Sin embargo, el propio gobierno ha propuesto borrar la mención del 50%. Rechazada por el Senado el 17 de enero, la enmienda del ejecutivo pretendía insertar un objetivo más vago, el de “diversificar el “mix” eléctrico, buscando un mejor equilibrio entre las energías renovables y la nuclear”. Para algunos observadores, esta propuesta es sobre todo un juego político antes del paso a la Asamblea Nacional, una forma de conciliar las buenas intenciones de los diputados favorables al átomo –en particular de la derecha.

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