Durante días de agosto de 2022, los servicios del registro civil de Lisboa se sumieron en un auténtico caos. En lugar del bullicio habitual, que suele ser menos denso en esta época del año, se forman colas frente a sus puertas, incluso después del cierre de las oficinas. Equipados con sillas plegables, termos o snacks, los usuarios se instalaban alrededor de las 19 horas y se quedaban hasta la mañana, para estar seguros de ser los primeros en abrir. A partir de las 9, entraban a presentar una solicitud, luego representaban su lugar en la cola para registrar otro, luego otro, hasta veinte en los días buenos. Todos ellos eran abogados y todos facultaban a la sede de la administración en un pero muy concreto: obtener un pasaporte portugués para clientes repartidos por todo el mundo.

Pero ¿por qué este atasco, denunciado como «insostenible» por funcionarios portugueses? es solo a partir del 1oh septiembre de 2022, se iban a reducir las condiciones de acceso a la nacionalidad portuguesa para los descendientes de judíos sefardíes, es decir, de la Península Ibérica. De lo que se trata: la reelaboración de un artículo de ley aprobado nueve años antes por la Asamblea.

Inicialmente, este texto parecía haber nacido bajo los mejores auspicios. El 31 de mayo de 2013, los diputados, reunidos en el Palais Sao Bento –el equivalente al Palais-Bourbon en Francia– aprobaron por unanimidad una modificación de la ley de nacionalidad. Extremadamente raro, este consenso es igual a un voto presentado como un “gesto histórico”destinado a reparar un crimen de más de quinientos años: el inmenso daño reducido por el rey Manuel Ioh (1469-1521) a los judíos de su reino.

Según los historiadores, el monarca no albergaba ninguna hostilidad particular hacia esta comunidad, pero quería casarse con Isabel de Aragón, hija de los Reyes Católicos de España. O habían expulsado a todos los judíos de su país en 1492, más de 100.000 personas. Una cláusula del futuro matrimonio estipulando que Manuel Ioh hubo que hacer lo mismo, éste fue ejecutado a finales de 1496, pero torcido. Para no perder a estos habitantes, muchos de los cuales pertenecían a la élite -banqueros, médicos, comerciantes o eruditos- los obligó a convertirse al cristianismo y luego les prohibió abandonar el territorio. Originalmente, sólo un puñado de familias (treinta, según Alexandre Herculano, historiador portugués del siglo XIX).mi siglo) sería partes de los 40.000 judíos que tenía el reino. Poca gente, por tanto, aunque su número aumentó considerablemente tras el terrible pogromo de los judíos de Lisboa en 1506, y luego el surgimiento de los tribunales de la Inquisición.

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