LLos equipos franceses de deportes colectivos acumulan títulos internacionales u olímpicos y consiguen mantenerse en lo más alto con una regularidad ejemplar. Lamentablemente, esta ejemplaridad no es prerrogativa de las autoridades federales, que son responsables de algunas de estas disciplinas. Dos de los más populares, el fútbol y el rugby, se han visto en el centro de escándalos que han puesto de manifiesto prácticas y comportamientos cuestionables, incluso delictivos, por parte de sus dirigentes.

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Tras años de impunidad, Noël Le Graët, presidente de la Federación Francesa de Fútbol (FFF), acusado de acoso sexual, fue finalmente sancionado por su comité ejecutivo. El organismo terminó exigiendo, el miércoles 11 de enero, su retiro, mientras que la directora general de la FFF, Florence Hardouin, sospechosa de métodos autoritarios de gestión, fue despedida.

Una auditoría lanzada por el Ministerio de Deportes debería entregar sus conclusiones dentro de unas semanas. Pero ya se han filtrado elementos con vergonzosas revelaciones de colaboradores del Sr. Le Graët. La crisis se aceleró con dos nuevos traspiés de su parte: la renovación del contrato del entrenador de los Blues, Didier Deschamps, anunciada de manera arrogante a sus autoridades, luego las inoportunas declaraciones realizadas de cara a la gloria nacional, Zinedine. Zidane.

Infracciones éticas

La situación en la Federación Francesa de Rugby (FFR) no es más envidiable. Su presidente, Bernard Laporte, fue condenado a dos años de prisión condicional por haber sellado un “pacto de corrupción” con Mohed Altrad, propietario del club de rugby Montpellier Hérault y patrocinador de la camiseta de la selección de Francia. Desde entonces, el ex entrenador también ha «retrocedido», pero sigue estando en condiciones de ejercer cierta influencia, actuando en el ínterin uno de sus familiares.

Si, en términos de derecho, Bernard Laporte aún no está condenado definitivamente, sus faltas éticas no amparan ninguna ambigüedad. La Justicia ha destacado su intervención ante el comité de apelación de la FFR para paliar las sanciones que se habían tomado contra el club de Montpellier y ello le inhabilita para seguir desempeñando ningún papel en los órganos de gobierno. ¿O es de nuevo a él la responsabilidad de elegir el nombre de la persona que deberá reemplazarlo como vicepresidente, en espera de la sentencia de apelación.

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Estos escándalos muestran los límites de la gobernanza de las federaciones que funcionan como clanes. Quienes debían ejercer un contrapoder suelen estar obligados a presidentes inamovibles. En cuanto a los comités de ética, sus prerrogativas son limitadas. El Ministerio del Deporte, que no tiene los medios legales para destituir al presidente de una federación, hizo su parte en estos dos casos, poniendo toda la presión posible sobre los dirigentes. Pero no fue hasta una decisión judicial o una increíble sucesión de deslices que finalmente cayeron las sanciones. Y todavia. En esta etapa, los dos presidentes aún no han sido obligados a renunciar.

Si bien Francia es subcampeona mundial de fútbol y organizadora de la Copa Mundial de Rugby 2023, estos organismos deben adoptar una gobernanza responsable y mostrarse dignos de sus licenciatarios, que tienen derecho a estar tan orgullosos de los resultados de la selección nacional como de aquellos que representarlos.

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