min 1989, el sociólogo Pierre Bourdieu (1930-2002) publicó nobleza estatal (Medianoche). Un título que apuntaba a las similitudes entre los altos funcionarios franceses y la élite del Antiguo Régimen: sus privilegios, el alcance de sus poderes, los límites establecidos entre ellos y los funcionarios comunes.

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Pero hoy, la expresión «nobleza estatal» se ha vuelto inadecuada. Oscurece el papel de la «nobleza empresarial» en el gobierno de servicio público. Hoy en día, consultores, banqueros en un puesto temporal en el Ministerio de Finanzas, trabajan junto con funcionarios muy altos que se parecen a ellos: pasaron por las mismas «clases preparatorias» y Grandes Ecoles (Sciences Po, Polytechnique), relaciones comunes y estrecha trayectorias.

A la cabeza del sector público se encuentra ahora una “nobleza gerencial público-privada”. Se extiende desde los funcionarios de muy alto nivel hasta los líderes empresariales que intervienen en los programas escolares y los consultores que reforman el hospital público. Esencialmente masculina, proviene de entornos privilegiados que viven en los barrios ricos de Ile-de-France. Su regla es la rentabilidad financiera inmediata compuesta de cuantificaciones abstractas, combinadas con “conocimientos” gerenciales. Esta doxa infunde las enseñanzas de las grandes écoles, que comenzaron a converger con las de las escuelas de negocios en las décadas de 1960 y 1970.

Patente en “reformismo”

Esta “nueva” gestión pública ya no es tanto. Sus propuestas, que contemplan la acción pública sobre todo en términos de la relación costo-beneficio, han ganado constantemente el favor de los gobiernos y jefes de administración, hasta convertirse en dominantes en la década de 2000. Las reformas administrativas, desde la Racionalización de las opciones presupuestarias de fines de la década de 1960 hasta la Revisión General de políticas públicas iniciada en 2007 y la Ley de Transformación del Servicio Civil de 2019. Los servicios públicos deben inspirarse en las empresas; deben ser loables y deben ser «racionalizados» según un único método. El transporte, la agricultura o la sanidad pasan bajo el calibre de los mismos expertos privados.

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Esta conversión a la nueva gestión pública va de la mano con un nuevo tipo de trayectoria de élite. El ascenso en la función pública de muy alto nivel no se obtiene de acuerdo con las reglas igualitarias del estatuto de la función pública. Debe ser designado por su superior y tener su candidatura validada por el despacho del ministro. Para ello es necesario diplomarse en «reformismo»: privatizar o fusionar, cerrar camas de hospital, recortar cada vez más puestos de trabajo… Y hacerlo rápido: una carrera de éxito no son más de tres años en el mismo puesto. Tienes que avanzar, escalar, a riesgo de ser abordado por tus competidores.

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