“Un simpático anciano bienintencionado con mala memoria”. Esa descripción de Joe Biden, de 81 años, es la frase más citada del informe de 388 páginas publicado este jueves por el fiscal especial encargado de investigar los documentos confidenciales de su época de senador y vicepresidente que el actual presidente de Estados Unidos retenía en su poder indebidamente. El fiscal, Rober Hur, llega a la conclusión de que no hay base para acusar a Biden de ningún delito. Al tiempo, sin embargo, sus alusiones a la edad de Biden y su agudeza mental suponen una especie de condena política y electoral sin juicio ni jurado que ha enfurecido al presidente y ha llevado a los republicanos a pedir su incapacitación. Los demócratas, además, no cuentan con un recambio viable para hacer frente a Trump a solo nueve meses de las elecciones.

Justo después del ataque terrorista de Hamás a Israel, el 8 y el 9 de octubre de 2023, mientras se desataba una crisis mundial, Biden se sometió durante cinco horas a un interrogatorio de Hur y su equipo. El presidente había estado hablando por teléfono con jefes de Estado, miembros de su Gabinete y congresistas y se había reunido repetidas veces con su equipo de seguridad nacional. Luego, empezó a contestar preguntas sobre acontecimientos de hace muchos años.

El fiscal especial se ensaña al reflejar aquel intercambio en su informe: “No recordaba cuándo fue vicepresidente, olvidando el primer día de la entrevista cuándo terminó su mandato (”si fue en 2013, ¿cuándo dejé de ser vicepresidente?”), y olvidando el segundo día de la entrevista cuándo comenzó su mandato (“en 2009, ¿sigo siendo vicepresidente?”). No recordaba, ni siquiera dentro de varios años, cuándo murió su hijo Beau”. Biden fue vicepresidente de Barack Obama de 2009 a 2017. Su hijo Beau murió de un tumor cerebral en 2015.

Hur fue nombrado fiscal por el presidente Donald Trump, aunque recibió el encargo de investigar a Biden del propio fiscal general, Merrick Garland, nombrado por Biden. Ha llenado su informe de menciones similares a esa. Dice que la memoria de Biden estaba “significativamente limitada”, que mostró “facultades disminuidas”, “memoria defectuosa”, “lapsus y fallos” y se refiere a conversaciones “dolorosamente lentas”, entre otras.

Los abogados de Biden, que tuvieron acceso al documento antes de su difusión, pidieron sin éxito que se eliminasen algunas de esas menciones “gratuitas” que consideraban “incendiarias”. “No creemos que el tratamiento que el informe da a la memoria del presidente Biden sea preciso ni apropiado. El informe utiliza un lenguaje altamente perjudicial para describir un hecho común entre los testigos: la falta de memoria sobre acontecimientos de hace años”, dicen Bob Bauer y Richard Sauber en una carta al fiscal que aparece al final del documento. Ambos señalan que mientras que se toma como comprensible y natural que otros testigos en este mismo caso no recuerden acontecimientos de hace años, a Biden se le trata de forma diferente “en términos perjudiciales e incendiarios”.

A los abogados les ha molestado que el fiscal diga que no hay pruebas para inculpar a Biden, pero que luego añada como argumentación que con su edad y mala memoria podría caer simpático al jurado. “Si las pruebas no establecen la culpabilidad, entonces discutir el impacto en el jurado del hipotético testimonio del presidente Biden en un juicio que nunca tendrá lugar es totalmente superfluo”, argumentan.

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Al propio Biden le ha indignado el contenido del informe. El presidente supo de su publicación cuando estaba en un acto en las afueras de Washington reunido con congresistas demócratas, algunos de los cuales han contado que la mención a la muerte de su hijo le dolió especialmente: “¿Cómo coño voy a olvidar eso?”, aseguran que dijo.

El presidente decidió comparecer esa misma tarde en la Casa Blanca para mostrar su enfado. “Incluso hay referencias de que no recuerdo cuando murió mi hijo. ¿Cómo diablos se atreve a plantear eso? Francamente, cuando me hicieron la pregunta, pensé que no era de su maldita incumbencia (…). No necesito que nadie me recuerde cuándo murió”, dijo. Con la voz quebrada señaló que lleva todos los días un rosario de su hijo Beau, fallecido en 2015 por un cáncer cerebral. En su comparecencia, Biden trató de demostrar que está mentalmente en forma: “Mi memoria está bien”, dijo. “Soy bienintencionado y soy un hombre mayor. Y sé qué demonios hago. He sido presidente, puse este país de nuevo en pie. No necesito su recomendación”, replicó al fiscal.

Los errores de Biden y Trump

Sin embargo, en la última pregunta de la rueda de prensa, cometió un error al referirse al “presidente de México, Al Sisi”, en referencia al de Egipto. Eso, después de que en las últimas semanas se haya referido al presidente francés Emmanuel Macron por el nombre de su antecesor François Mitterrand y de que también se haya equivocado al recordar una conversación con la canciller alemana Angela Merkel diciendo que había sido con Helmut Kohl.

Donald Trump, previsible rival de Biden en las presidenciales del próximo 5 de noviembre, ha tenido deslices similares. Dijo que el húngaro Viktor Orbán es el “presidente de Turquía”. También aseguró que su rival en las primarias republicanas, Nikki Haley, había estado al cargo de la seguridad del Capitolio el 6 de enero de 2021, confundiéndola con Nancy Pelosi. Y advirtió de que la política exterior de Biden iba a provocar la “Segunda Guerra Mundial”.

Pero mientras que a Trump, que ha cabalgado en las primarias a lomos de cuatro imputaciones por 91 delitos, esos errores no le pasan factura, para Biden, de 81 años, son un disparo en su línea de flotación. En una encuesta publicada en agosto pasado por Associated Press-NORC Center for Public Affairs Research, tres de cada cuatro estadounidenses opinaban que el presidente es demasiado mayor para cumplir otro mandato. Y cuando se les preguntaba qué palabras les venían a la mente si pensaban en él, predominaban “viejo”, “lento”, “torpe” o “somnoliento”, el mote que le puso su antecesor. Los demócratas han cerrado filas con Biden ante la falta de alternativas de liderazgo, pero también son conscientes de las debilidades de su candidato.

El informe del fiscal Hur es todo un regalo para los republicanos, que han pedido la inhabilitación del presidente por incapacidad. Además, al no presentar cargos, pero reprochar a Biden su manejo de los documentos, deja en bandeja que Trump se defienda de sus imputaciones denunciando un supuesto doble rasero de la justicia, pasando por encima del hecho de que el propio informe destaque las enormes diferencias entre ambos casos.

Los abogados del presidente han reprochado al fiscal que en su informe hable de que su comportamiento ha sido “totalmente irresponsable”, entrecomillando justo las palabras con que Biden se refirió a la conducta de Trump. Denuncian que “este tipo de crítica a una parte no acusada viola ’la práctica y el protocolo de larga data del Departamento de Justicia”, citando un precedente doloroso para los demócratas. En julio de 2016, el director del FBI, James Comey, arremetió contra Hillary Clinton por ser “extremadamente descuidada” con material clasificado y señaló que había “pruebas de posibles violaciones” de la ley, aunque su conclusión final fue que “ningún fiscal razonable presentaría un caso así”. Una revisión posterior dijo que ese tipo de calificación era inadecuada.

El “totalmente irresponsable” de Hur sobre Biden recuerda al “extremadamente descuidada” de Comey sobre Clinton. En ambos informes se exculpa a los investigados, pero con poco que celebrar. Hay cierta coincidencia de que el informe Comey ayudó a abrir de par en par las puertas de la Casa Blanca a Trump. ¿Se las abrirá el informe Hur para su regreso?

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