Había pasado una semana desde que los velocistas se tomaron sus problemas con paciencia y apretaron los dientes para soportar una sucesión de días montañosos. Podrían volver al frente del escenario, el jueves 20 de julio, con motivo del 18mi etapa del Tour de Francia entre Moûtiers (Saboya) y Bourg-en-Bresse, y su recorrido de 185 kilómetros.

“Se necesitó la determinación de los velocistas para soportar el impacto de la estancia alpina del Tour. Serán recompensados ​​con una etapa en la que el recorrido esquiva a los jefes y debería facilitar su vuelta a la palestra”, confirma Christian Prudhomme, director del evento. Durante la última llegada a la prefectura de Ain, en 2007, fue el belga Tom Boonen quien se llevó lo mejor del pelotón en el paquete final.

Sólo dos dificultades se enumeran en la ruta: la costa de Chambéry-le-Haut (1,6 km al 4,1%, 4mi categoría) y la costa de Boissieu (2,4 km al 4,7%, 4mi categoría), situado a 80 kilómetros de meta. Los equipos que quieran jugarlo ganarán una larga recta de casi dos kilómetros para negociar antes de una curva en ángulo recto que puede resultar peligrosa. Finalmente, tras la llama roja del último kilómetro, una última curva a la izquierda podría decidir el desenlace del sprint.

Tras los abandonos de Mark Cavendish (Astana-Qazaqstan), Caleb Ewan (Lotto-Dstny), Fabio Jakobsen (Soudal-Quick-Step) o incluso Phil Bauhaus (Bahrain-Victorious), el cuádruple ganador de etapa de esta edición, Jasper Philipsen ( Alpecin-Deceuninck), será la gran favorita en el esperado sprint.