Libro. Medio siglo después, aún se desconoce el número de muertos. Ocho, oficialmente. Unas pocas docenas, probablemente. Este equilibrio imposible da testimonio de «borrado de memoria» de un hecho oculto en la historia de Francia: la mortífera represión, por parte de la policía, de las manifestaciones en Guadalupe los días 26 y 27 de mayo de 1967. Olvidado en la Francia continental, yo 67 sigue siendo un trauma profundo en el lugar. porque de hecho es un «sacrificio», según el término que aparece en el informe oficial del historiador Benjamin Stora. Encargado en 2014 por el gobierno de una misión sobre el tema, evoca una «Masacre (…) ordenada científicamente en el campo y aprobada por el gobierno bajo la presidencia del General de Gaulle”. matar y dejar morir : el subtítulo de este ensayo dirigido por la filósofa Elsa Dorlin también contiene una referencia a la fórmula «vive y deja morir» que resume el concepto de biopoder de Michel Foucault, señalando la ambición tanto histórica como conceptual de este breve pero denso trabajo, que analiza la política policial.

Lea también: Artículo reservado para nuestros suscriptores Benjamin Stora: «Debemos integrar estos trágicos momentos en nuestra historia»

Guadalupe, 67 de mayoa la que contribuyen el investigador independiente Mathieu Rigouste y el historiador Jean-Pierre Sainton, nació de «sitio arqueológico» realizado a partir de un coloquio organizado en 2017 por Elsa Dorlin por el cincuentenario del evento. Es a Jean-Pierre Sainton a quien le devuelve la primera parte destinada a presentar los hechos. La secuencia que condujo a mayo de 1967 tiene sus raíces en el largo tiempo de una “triple conjunción de factores” : una aguda crisis social en la década de 1960; un impulso de independencia autónoma encarnado por el Grupo de Organización Nacional de Guadalupe (GONG); la situación de «poder colonial» el cual, creyendo haber resuelto la cuestión por la departamentalización, hace oídos sordos a los reclamos locales. A esto se suma el huracán Inez en 1966, que arrasó la isla, y sobre todo la chispa que fue el ataque racista, en marzo de 1967, de un zapatero negro discapacitado por un rico blanco.

Choques paralelos, asimilados por el poder a la acción del GONG que, en un contexto de anticomunismo, se refuerzan como enemigo interno. Se abre un período de tensión, dando paso a la contestación del poder central. El punto culminante llega el 26 y 27 de mayo, cuando las protestas laborales conducen a enfrentamientos con las fuerzas del orden. Terminan en un baño de sangre – relata un testigo “montones de cadáveres en la prefectura”. Esta mortífera respuesta y su serie de allanamientos, torturas y represiones judiciales llevaron a Jean-Pierre Sainton a considerar la respuesta del Estado como la “solución militar de un enfrentamiento político”. La aportación de Mathieu Rigouste llega en el momento oportuno para adentrarse en la caja negra de este poder, a través de un estudio dedicado al entonces prefecto Pierre Bolotte (1921-2008), a partir de sus archivos personales que «habiendo comentado que se aplicó un programa de contrainsurgencia en Pointe-à-Pitre».

Te queda por leer el 41,36% de este artículo. Lo siguiente es solo para suscriptores.