El crecimiento mundial se está acelerando lentamente, a pesar de la persistente inflación. En la actualización de sus expectativas, publicada el martes 25 de julio, el Fondo Monetario Internacional (FMI) revisó levemente al alza su previsión de crecimiento para 2023 hasta el 3%, frente al 3,5% de 2022, mientras que en abril pasado contaba con un 2,8%. Un rendimiento que se mantiene muy por debajo de la media del 3,8% anual, entre 2000 y 2019.

Entre las buenas noticias de los últimos meses destaca la institución con sede en Washington: el anuncio de la Organización Mundial de la Salud (OMS) en mayo de que la pandemia de la Covid-19 ya no es un «emergencia sanitaria mundial»el restablecimiento de las cadenas de suministro que permitió volver a los precios normales del flete marítimo, y los temores de una tormenta financiera provocada por las quiebras de los bancos estadounidenses Silicon Valley Bank y First Republic que se han disipado.

Pero la economía mundial debe capear el viento en contra de la inflación. Excluyendo alimentos y energía, la inflación se está desacelerando más lentamente de lo esperado en abril, especialmente en los países ricos donde se ha revisado al alza para 2023 y 2024. Esta llamada inflación “básica” ni siquiera debería desacelerarse en 2023 en la mitad de los países del mundo.

Caída de los precios de la energía

Entre las razones citadas, el FMI cita «beneficios de las empresas sobrevivientes», desde “tensiones en el mercado laboral que están alimentando salarios más altos” o la consecuencia de “depreciación del tipo de cambio” en ciertos países. Es principalmente gracias a la caída de los precios de la energía que la inflación mundial se ha desacelerado, pasando del 8,7 % al 6,8 % entre 2022 y 2023. Los precios cayeron después de que Europa llenara sus reservas de gas el invierno pasado, y mientras que China ha experimentado un crecimiento lento desde principios de año. Su impacto fue mucho mayor en la caída de los precios que en las subidas de los tipos de interés oficiales.

El FMI señala que “la prioridad en la mayoría de las economías es perseguir la desinflación mientras se asegura la estabilidad financiera”. En otras palabras, los bancos centrales deben continuar restaurando la estabilidad de precios mientras vigilan los riesgos de una crisis financiera. La amenaza sigue existiendo ya que, como señala el FMI, “La agitación del sector financiero podría repuntar a medida que los mercados se ajustan a los continuos recortes de política monetaria de los bancos centrales”.

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